Tecito de lágrimas de dragón
Alberto Pez
AAATCHÍS!!
AAATCHÍS!! El abuelo de Manu tenía un resfrío incurable… a menos
que tomara un tecito de lágrimas de dragón.
—Conseguirlas
es cosa difícil pero no imposible -le había dicho a Manu la bruja
Maizena.
—Levántese el
viernes por la mañana y practique cara de enojado frente al espejo
del baño.
—Báñese,
vístase, péinese, tome la leche, salga al patio y señale al cielo
con una espada de madera (de cajón de manzana) untada en manteca…
recite la fórmula mágica:
“SINSALAMINPICADOFINOHABRACABRAS”
y espere a que baje el dragón.
—Entonces le
apunta a la nariz y lo mira con la cara de enojado que practicó en
el baño.
—Después, lo
obliga a escuchar una historia muy triste para que llore, y ya está…
—Junta las
lágrimas en un balde… y le da tecitos a su abuelo. Eso es todo,
deme dos pesos por la consulta.
Maizena era la
bruja más respetada del lugar, por lo que Manu pagó gustoso los dos
pesitos.
Manu hizo tal como
le había dicho Maizena. Hacía un poquito de frío. Nubes gordas
como almohadas flotaban en el aire. En las horas siguientes, pasaron
volando: un tucán antipático de la India, tres aviones, un golfista
pelirrojo de Escocia… y un cartel de propaganda con la modelo más
linda del universo. Pero nada de dragones.
Manu ya estaba
pensando en buscar a la bruja Maizena para darle otro uso a la
espada, cuando de repente apareció.
— ¡Me encanta
que me amenacen con esas tonterías! -le dijo a Manu el dragón más
feo que jamás haya visto. A ver niñito (rugió con aliento de
chimenea), cuénteme esas historias tan tristes que seguramente tiene
preparadas, pero le adviento que si empiezan a aburrirme, le voy a
tirar una bocanada de fuego tan grande que va a quedar como un pollo
a la parilla.
Sin perder tiempo,
Manu siguió los consejos de la bruja y empezó a contar las trágicas
historias de la familia del gordo Benito, que habían conmocionado a
todo el vecindario.
De cuando el gordo
Benito le partió la patineta a Tomy.
De cuando el
hermano del gordo Benito le aplastó la bicicleta a Nati.
De cuando el padre
del gordo Benito le pasó por encima a Gatti.
Y de cuando el
abuelo del gordo Benito, vestido de Papá Noel, le rompió las
chimeneas a todo el barrio.
El dragón se
agarraba la panza y rebotaba de aquí para allá como una pelota de
risa.
— ¡Qué
historias tan tontas! ¡UHO JUO JOH JOH JOH!
— ¡Qué bruja
tan inútil! ¡JAH JUA JARAJAJA!
— ¡Qué niño
tan ingenuo! ¡JEH JEH JEREJEJE! -decía y se retorcía de las
carcajadas.
El pobre Manu se
sintió avergonzado. Nunca antes se habían reído en su cara de esa
manera y menos un dragón. Pensaba que todo había salido mal y ya
estaba por irse…
Cuando se dio
cuenta de que el bicho lloraba por el ataque de risa…
— ¡Lágrimas!
Maravilloso. ¿Serán iguales a las lágrimas de pena?
— ¿Y si en
lugar de curarse del resfrío el abuelo se convierte en hombre lobo?
¿Y encima de los estornudos hay que aguantarlo aullando los viernes
de luna llena?
Sin embargo, no
había tiempo para dudas. Manu tomó una decisión.
Rápidamente llenó
el balde y corrió de vuelta a su casa, donde lo esperaba el abuelo
entre ATCHIS Y ATCHUS.
El resultado fue
excelente. Veinte tecitos de lágrimas de dragón y la alegría de
saber que Manu había hecho todo lo posible por sanarlo sirvieron
para curarse del resfrío.
Y volvió el
abuelo por las noches a contar historias de piratas y aventuras de
guerreros del espacio y cuentos de ogros comeniños. Y a preparar el
chocolate por la mañana. Y por la tarde a jugar ajedrez en la plaza.
Ahora está muy
bien, pero con un solo problemita; cuando bosteza tira fuego por la
boca.
Y llena todo con
olor a bigote quemado.
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